domingo, 16 de agosto de 2015

Un cortometraje de la experiencia de una parálisis de sueño ¿Te pasó alguna vez?

Ambientación
Hungry Ghosts - Alone, Alone

Me acosté en mi cama, apretándome contra la pared. Me tapé con la colcha, hasta los dientes, como solía decir mi madre. Esperaba lo peor. Hace días que no podía dormir correctamente. Había dejado de intentarlo, optando por velar noches frente a la pantalla de mi computadora. Decidí volver a intentarlo.
Cerré los ojos, apagando la pantalla de la realidad con el control remoto de mis acciones.
Temblé.
Mi corazón disparó, parecía querer escapar de mi sistema. Me imaginé atrapándolo con mis manos sudorosas y volviendo a introducirlo por la boca.
Comencé a sentir el terror.
Sentí aquel hormigueo espeluznante ramificándose hacía mis extremidades inmóviles.
Volví a abrir los ojos, pero se volvían a cerrar. Como cuando abrís la puerta del baño cuando alguien ya está usándolo, y te la cierran de un portazo.
Mis párpados estaban pesados, quizá mis cien kilos de angustia estaban encima de ellos.
Y pasó de nuevo.
No podía moverme, ni respirar. Alguien estaba sentado sobre mi pecho. Quise gritar, sin tener muchos éxitos. El grito ahogado se posaba sobre mis labios entreabiertos. Debo de haber alucinado que mis ojos se habían abierto de nuevo, porque la vi. La vi en la oscuridad, sin poder dejarla de mirar. Como si tuviera dos broches que mantenían mis párpados separados. Una barrera de la cordura. Era aquella sombra que me visitaba por las noches. Se acercaba a mí, dejando un rastro de auxilios en sus pasos. El aire gélido y frío acompañaba al ente, como tragando la gravedad y todo lo que conocía por universo en su interior. Pregunté en voz baja – ¿o en voz alta? – qué era lo que hacía allí de nuevo. Creo que me contestó, con mil voces, que estaba allí para llevarme. Mil voces, compuestas por la de mi madre, mi hermana, mis amigos. Hasta individuos que había visto sólo una vez y que solía categorizarla como gente que era igual a la demás gente. Creía sentir la sombra en los vellos invisibles de mi piel. Si estaba soñando, ¿Por qué tenía los ojos abiertos?
El hormigueo cesó como un beso de un leproso.
Mis ojos se abrieron.
Mi corazón se detuvo – En comparación con la velocidad con la que había corrido hacía unos instantes-
El terror sólo disminuyó lo que podría ser el tamaño de una moneda de cinco centavos.
Miré mi habitación, estaba sólo. La realidad cayó sobre mí, apilándose en un estante de mi mente junto con los tomos de mis nervios y mi angustia. Una pila de basura. Lloré en silencio, mofándome de mi aliento cálido. ¿Aquella parálisis era un tema sobrenatural, o sólo psicológico? ¿Una mezcla insana de los dos?
- No estoy seguro si estaba alucinando. Debería hacerle una visita al psiquiatra… O a la bruja del vecindario.
- O a los dos – Contestó alguien no sólo en el fondo de mi cabeza, sino a centímetros de mi oído.

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