My Chemical Romance - Demolition Lovers
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¿Me amarás por siempre?
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Sólo si te quedas junto a mí por siempre.
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Ahí estaré.
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¿Hasta cuándo es considerado siempre?
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Hasta cuando deje de amarte, nunca.
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¿Lista?
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¿Listo?
Sentados frente a frente, fin con fin, Amelie y Tommy decidieron terminar sus vidas aquel día. Contando hasta tres, no derramaron lágrimas, ni tampoco sonrieron. La tragedia los amarró con finos hilos de amor y resignación. ¿Qué más podían hacer almas tan frágiles en éste mundo? Funcionaban distinto a las demás personas, quizá llegaron a éste lugar atemorizante por simple equivocación. ¿Dónde pertenecían?
Pertenecían entre los brazos del otro, en la mirada de cada uno y la unión de sus labios. El plan del tiempo y el orden lejos estaba de haberse cumplido, como sucedía con muchas de las almas de porcelana que se encontraban derramando lágrimas sin poder comprender su función o importancia en éste lugar. Luces brillantes atacadas por sombras oscuras, amenazantes y hostiles. Luces que solían relucir la oscuridad, limpiar maldad y destinos destruidos, terminarían por quedar atrapados en las gargantas de sombras más pretenciosas e impacientes.
Donde Amelie hacía crecer flores hermosas, luego regaría hierbas secas. Donde Tommy provocaba sonrisas, luego recibiría indiferencia. El brillo de sus ojos pronto dejó los mismos para convertirse en lágrimas que contenían el llanto de todos.
Un dolor fuera del entendimiento de la gente entre la gente tomó posesión de las almas de luces. Un dolor de alienación, marginación desde fuera de sus cuerpos y dentro. Comenzaron por ignorarlo, intentando sonreír con sus últimos colores vivos.
El rojo dejó a Amelie el día que fue engañada a creer que el amor no era como ella lo creía. El azul también abandonó a la niña cuando fue obligada a comportarse como un adulto en sociedad. Por último, el color favorito de Amelie se despidió de ella cuando decidió que la única forma de volver a ver sus colores era mediante la soledad.
El rojo dejó a Tommy el día que fue engañado en pensar que el cuerpo de la mujer no era un templo. El azul también abandonó al niño cuando fue obligado a determinar el comportamiento de un adulto en sociedad. Por último, el color favorito de Tommy se despidió de él cuando decidió que la única forma de volver a ver sus colores era mediante la destrucción.
Los colores, aún apegados a sus dueños, cumplieron su último propósito en intentar ayudar a sus amos. Se buscaron y se encontraron entre ellos, con el fin de unir a sus dos creadores. Así fue que un arcoíris los unió. Fascinados por semejante evento de la naturaleza, en la misma ciudad, los jóvenes apasionados chocaron de frente intentando corretear mirando hacia el cielo intentando acercarse al arcoíris. Los colores visualizaban la escena con emoción, determinando que era hora de difuminarse y desaparecer.
Los jóvenes, aún adoloridos por el encuentro, encontraron sus miradas en donde sobrevivían aún unas luces que esperaban algún momento como aquel para dejarse avivar. Sus nombres poco importaban cuando lo que en realidad querían conocer era el alma del otro. Parlotearon acerca del sueño y la vida de cada uno hasta convertir la conversación en los sueños y el futuro de los dos. Les dolían las comisuras de los labios de sonreír, de nuevo, juntos.
Juntos los dos parecía poder rellenar todo abismo, sonreírle a todo rostro triste, abrazar a todo cuerpo espinoso, iluminar el mundo...- ¡Si de eso dependían sus vidas!- De hecho, se sospecha que así lo era. Nadie reconoció el único color que había quedado vivo en ellos. El negro nunca se había marchado de sus interiores, ningún hecho de felicidad había podido arrancar al negro de sus almas, tal como había sucedido con los otros colores, con hechos tristes.
El color tomaba posesión de los enamorados. Lentamente el negro que también pertenecía a la gente entre la gente se apegaba a Amelie y Tommy. Donde Amelie hacía crecer flores hermosas, luego regaría hierbas secas. Donde Tommy provocaba sonrisas, luego recibiría indiferencia. En vez de incrementar sus luces, habían estado agigantando la oscuridad entre los dos.
Se alimentaban entre sí de comentarios, ideas y emociones grises. Se amaban, pero también se habían enamorado de la tristeza. Encontraban en él el relleno de su vacío, ya que éste tenía el mismo tamaño que su oscuridad. Un molde perfecto.
Había un color blanco, que representaba la esperanza, en el fondo de sus corazones... Un color que en definitiva estaba confundido y solitario, indeciso sobre qué hacer. ¿Dónde se podía depositar la esperanza en un mundo como éste, de todas maneras?
¿Cuántos colores nos han abandonado, amores míos?
¡La esperanza debía depositarse en otro lugar! ¡Un lugar lejos de aquí! Un lugar donde el amor es lo que el amor debe ser, la felicidad es lo que debe ser, la libertad no es sólo una palabra repetida y la tristeza no es más que algo bello de la vida para apreciar.
El plan del tiempo y del orden había planeado infinitos números para ellos pero ellos sólo contaron hasta tres.